En Chile, la acuicultura ha tenido un gran crecimiento desde sus inicios en los 80, especialmente debido a las condiciones ambientales favorables que presentan nuestros mares para la actividad acuícola. El desarrollo de la acuicultura en Chile ha traído consigo beneficios económicos y sociales, pero también problemas ambientales.
El ecosistema marino se puede dividir en un ambiente pelágico, que corresponde a la columna de agua y un ambiente bentónico o bentos que corresponde al fondo marino.
La acuicultura, como la mayoría de las actividades humanas productivas puede generar alteraciones en el ambiente, afectando a las especies marinas que viven bajo y cercano a los centros de cultivo.
La biodiversidad de los ecosistemas marinos bentónicos abarca a un gran número de especies de peces e invertebrados de diferentes grupos taxonómicos como los crustáceos (cangrejos, pulgas, chanchitos, camarones), moluscos (caracoles, choritos, quitones, babosas, pulpos), poliquetos (gusanos de mar), equinodermos (erizos, estrellas, pepinos de mar), cnidarios (corales, anemonas, hidrozoos), esponjas, entre otros.
Uno de los efectos ambientales más investigados en Chile y en el mundo generados por los cultivos de peces y bivalvos es la reducción de la biodiversidad de los organismos bentónicos que habitan cercano a los centros. Esto sucede debido a la acumulación de desechos biológicos y químicos que modifican en el tiempo el fondo marino.
Los desechos provenientes de los cultivos, estimulan el crecimiento de ciertas bacterias y de algunas especies de invertebrados bentónicos que aprovechan la oferta de alimento para crecer. De esta manera bacterias y animales aumentan el consumo de oxígeno que se encuentra por sobre el sedimento, pudiendo generar ambientes con bajo contenido de oxígeno disuelto.
Cuando hay demasiados peces en un área, las heces y el alimento no consumido por ellos pueden acumularse en el fondo marino. Además, los choritos muertos o que se desprenden se hunden y se convierten en biodepósitos. Ambos procesos finalmente pueden alterar las condiciones ambientales del fondo marino. Esto es más común en zonas poco profundas o con corrientes débiles.
El ambiente bentónico, es el segundo hábitat más grande de nuestro planeta, incluye fondos blandos (gravas, arenas y fangos), duros (rocosos) y mixtos.
La disminución del oxígeno disuelto (hipoxia) en el fondo marino afecta a los invertebrados sensibles a sus bajas concentraciones, generando su muerte o desplazamiento a otras áreas. Sin embargo, la abundancia de unas pocas especies, que son oportunistas y tolerantes a la hipoxia, puede aumentar, generando una disminución de la diversidad. En casos extremos, los sedimentos se quedan sin oxígeno y todas las especies de invertebrados desaparecen, quedando principalmente microrganismos, como bacterias.
La calidad del fondo marino (salud del ambiente bentónico) se puede estudiar analizando indicadores ecológicos, a partir de la macrofauna, que corresponde a animales muy pequeños que viven en el fondo del mar. Por ejemplo, al conocer la cantidad de invertebrados, como por ejemplo los gusanos marinos poliquetos, podemos determinar si un área del fondo marino está en buen estado, contaminado o muy contaminada. Esto nos ayudaría a entender si un centro de acuicultura estaría o no afectando el ambiente bentónico y, si el impacto es cercano o también lejano.
Uno de los objetivos del centro INCAR es promover el desarrollo de una acuicultura sustentable, donde la producción mantenga un balance entre los beneficios económicos y sociales, y la protección del medio ambiente. Para esto, deben mantenerse las condiciones ambientales necesarias para preservar la biodiversidad en los lugares donde se emplazan los cultivos.
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